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El pasado mes de diciembre publicamos en nuestro periódico, bajo el título “Una piedra en el camino…”, una carta que un amable lector nos había enviado acerca de uno de los pivotes de piedra situados en la Plaza Goya de nuestra capital. Nos decían que medio Teruel y parte del extranjero se había dejado los bajos del coche en este monolito, quien no las narices en el suelo. Sugerimos entonces desde aquí que tal vez era mejor quitarlo para evitar males mayores. No obstante se hizo el arreglo, y el citado pedrusco volvió a ser colocado “a puerta gayola” a la espera de otro automóvil que lo embistiera. Y así fue. Hace apenas unos días, un vehículo todo terreno, según testigos presenciales, se lo llevó por delante. Solución: no sabemos si definitiva o provisional, fuera pivote. El tiempo y las circunstancias nos han dado la razón. Los automovilistas contentos, los viandantes también. Pero no es el fin. Todavía quedan muchos repartidos por toda la ciudad. También es verdad que si todos fuéramos más respetuosos con las señales y las normas de circulación, no haría falta que estos artilugios, llámense pivotes, maceteros o como les quieran llamar, fueran colocados en nuestras calles, pero eso es otro cantar.
