UN SOCAVON CON PEDRIGRÍ
Hace tres décadas que en Fuenfresca alardeamos de tener los asfaltos más añejos y entrañables de la contornada. Han visto crecer a nuestros hijos, ahora a nuestros nietos, y quién sabe si la cosa quedará ahí o seguirá trepando por el árbol genealógico.
Nuestra calle, habitada por gente de bien y orden, tiene como uno de sus principales atractivos, un hermoso y bien dotado socavón. Mal criado y juguetón, ora sale aquí, ora sala allá, haciendo gala de un descaro propio de un adolescente con acné.
Su personalidad, rica en matices, se transforma con la lluvia. Cuando ésta cubre el pavimento, se produce la mutación, aflorando lo peor de si mismo.
Queda oculto y desde su posición, domina el panorama, controlando todo lo que se menea.
Son sus victimas preferidas los osados conductores, que desafiando los elementos, practican un cutre y casero acuaplanin urbanita, adentrándose sin saberlo, en lo que podría ser su peor pesadilla…
El muy zorro lo sabe, así que calla y espera. Salvo los nativos, que conocemos sus malas artes, nadie sabe nada, nadie sospecha nada.
Con todo invitando al derrape acuoso, automovilistas y moteros, poseídos por la velocidad, ven como, inevitablemente, las ruedas se hunden en el bache.
No puede afirmarse, rotundamente, que el socavón sonría maliciosamente, no, pero podemos afirmar y afirmamos, que las exclamaciones, tacos, exabruptos, juramentos, sapos y culebras, pronunciados por esos incautos, sonrojarían a más de un curtido carretero.
El agujero de nuestra calle, no es fruto, como podría suponerse a priori, de la tan traída y llevada “obsolescencia programada” , apartado asfalteril.
Cierto que el pozo está cada vez más acabado para la vida moderna. Que es afuncional, fastidiante, molesto, nocivo e insalubre, pero ahí sigue.
Días atrás anunciaba la prensa la veraniega “operación asfalto”, despertando el júbilo entre el vecindario.
Ilusión perdida. La brigada municipal llegó, ñapeó y marchó.
Un año más nuestra calle no ha superado el corte. Decepción notable. Rabia contenida. Sentimiento de perdedores natos. Incluso llegó a mencionarse de la nefasta influencia del año bisiesto.
Ante lo ya inevitable, procedimos a automedicarnos unas gotas de lógica clorofórmica: “Que mal estarán las calles agraciadas, si la nuestra, estando como está, ha sido pospuesta para otro ejercicio”.
P.D. Durante la estación seca se dragó el socavón. Inventario: un carrito de niño, sin pasajero. Un balón de futbol reglamentario. Una rueda recauchutada y un zapato del pie izquierdo
