Una vez más, el acontecimiento con mayor repercusión mediática, de los muchos que se celebran a lo largo del año en Motorland, ha resultado un incontestable éxito. Y una vez más, los agoreros, aquellos que ven nubes y sombras donde no las hay, y que son capaces de negar la realidad más evidente, vuelven a la carga con una serie de manifestaciones que indignan y profanan el sentido común de aquellos que nos jugamos a diario nuestro negocio, y los puestos de trabajo que generamos.
Pues bien, nuevamente, estos perniciosos y nocivos agentes y representantes políticos, nos vuelven a tener, y como así siempre será, enfrente. Las organizaciones empresariales turolenses no vamos a tolerar bajo ningún concepto, en defensa de los intereses de nuestros empresarios, pero también en defensa de sus puestos de trabajo y de los intereses generales de nuestra provincia, que se discuta y se ponga en tela de juicio una inversión que ha permitido, permite y permitirá que un territorio como el Bajo Aragón Histórico pueda subsistir y empezar a levantar cabeza tras muchos años bordeando, no sin muchos equilibrios, el abismo de su más absoluto descalabro.
Los datos económicos, efectivamente están ahí. Pero están ahí para lo bueno y para lo malo.
El FITE, como su propio nombre indica, es un fondo especial y extraordinario, para acciones específicas y excepcionales, que por sus características no tienen cabida, porque además no deben tenerla, en unos presupuestos ordinarios destinados a la ejecución de inversiones básicas y esenciales para una sociedad, como pueden ser sus infraestructuras viarias, ferroviarias…, o sanitarias.
Es por ello que una inversión como Motorland, con los condicionantes implícitos que conlleva por su naturaleza y repercusión, como puede ser la celebración de un Gran Premio de Motociclismo, debe ser tenida en consideración como algo excepcional y extraordinario, que no debe ser nunca comparable con inversiones ordinarias destinadas a dotar a una sociedad de unos servicios mínimos, como puede ser en este caso un hospital.
Basar por lo tanto un discurso político para la provincia de Teruel, en alegatos populistas que ambicionan mezclar lo divino y lo humano, es hacer una demagogia barata, que pretende confundir y estafar a la sociedad.
La organización del Gran Premio de Aragón de Motociclismo, indudablemente tiene un coste. Pero nadie dijo que mantener un pueblo activo que carece de unos servicios mínimos, tuviera un coste cero.
Sin unos mínimos en infraestructuras, y sin una masa crítica necesaria para el desarrollo de toda actividad económica y productiva, el coste de mantener viva a una sociedad es elevado. Este es un hecho irrefutable.
Ahora bien, y más en esta provincia, si se invierte un euro, somos capaces de darle un efecto multiplicador mucho más elevado que en otros territorios. Por agallas y voluntad, desde luego no será.
El impacto económico del Gran Premio de Aragón, a todas luces irrebatible tanto por su proyección internacional (cuotas de televisión, galardones internacionales…, que incrementan su valor y atractivo para sus clientes potenciales) como por la actividad económica directa e indirecta que genera, ya no solo en el Bajo Aragón Histórico sino incluso en la propia ciudad de Zaragoza, es notablemente superior al coste que conlleva.
Si a esto añadimos la actividad propia del circuito, fuertemente impulsada y respaldada por la celebración de acontecimientos como este Gran Premio, con una ocupación anual cercana a los 300 días y el parque tecnológico Technopark (en el que entre una nutrida relación de empresas implantadas, destaca el mantenimiento de todos los motores de Moto 2), cualquier ciudadano turolense daría por buena la inversión necesaria para el mantenimiento de este elemento dinamizador y ya casi vital para la subsistencia del Bajo Aragón.
No obstante, y por si estos hechos no fueran lo suficientemente convincentes, podemos entrar a valorar la inversión privada (la que hacemos los que nos jugamos nuestros cuartos y los de nuestros hijos, hipotecando todo lo que tenemos), que ha supuesto la creación de nuevas plazas hoteleras, la reforma y reconversión de alojamientos turísticos y de restauración, la aparición de nuevos establecimientos comerciales y de servicios, y en definitiva, la generación de una actividad económica que ha permitido la creación de nuevos puestos de trabajo, fundamentales para garantizar la supervivencia de las comarcas que componen el Bajo Aragón Histórico.
¿Acaso no están muy bien empleados 7 millones de euros anuales en una actividad que reporta al territorio más de 30 millones de euros anuales, con una gran repercusión publicitaria a nivel mundial y que además mantiene con vida a un territorio? Seguro que sí.
Por lo tanto, rememos todos en una misma dirección. Trabajemos en cooperación (de esto sabemos mucho y por algo será, ya que tenemos el ejemplo de nuestra Caja Rural de Teruel, una de las más eficientes de España) para conseguir un trato discriminatorio positivo en materia de inversiones ordinarias para Teruel.
Pidamos más. Pidamos todos juntos más, lo que esta provincia merece, que es un trato equiparable en términos de infraestructuras básicas, similar al que reciben el resto de provincias españolas, pero no caigamos en la tentación de ponernos a discutir por las cuatro migas que nos dan. No caigamos en la tentación de los discursos electoralistas, cuestionándole el poco pan que le queda al que ya no tiene más. Y si no, pidan opinión por Alcañiz…
